El boom del Internet de las Cosas

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Contenido original publicado en: Reporte Digital

El hogar del futuro se hace realidad, pero el mundo soñado trae riesgos.

El Internet de las Cosas (IoT) se entiende como el conjunto de conexiones e interacciones que se dan entre aparatos de uso personal, doméstico o corporativo – distintos de ordenadores, tabletas o smartphones -, que tiene como propósito el facilitar la gestión de procesos cotidianos a partir de la inclusión de cierta ‘inteligencia’ en los objetos que nos rodean.

Para el 2015 había 4.9 mil millones de aparatos conectados al IoT y entre las predicciones para 2020 están que habrá 25 mil millones de cosas conectadas y +20 millones de aparatos de domótica en los hogares (Citrix); también se prevé que habrá 44 billones de terabytes de datos provenientes de aparatos y la inversión en IoT superará los U$1.7 trillones (IDC).

Así, por ejemplo, la domótica (conexión de aparatos de uso doméstico) es uno de los ejes de crecimiento del IoT. La nevera que identifica que los huevos están por terminarse o que la leche se venció, y hace un pedido directo al supermercado, o el sistema de alarma que se puede desactivar vía correo electrónico para que un visitante anticipado pueda entrar a la vivienda sin necesidad de una llave, son ejemplos simples de cómo el IoT está llegando a nuestros hogares.

La electrónica de consumo y las líneas blancas de electrodomésticos están apostando hacia integrar ciertos niveles de cómputo en sus aparatos para así brindar mayores niveles de satisfacción en sus usuarios, al proveerles mayor información sobre el avance de cierta actividad.

¿Realmente necesitamos de tantas cosas conectadas?

La respuesta como todas las que tienen que ver con las posibilidades que abre la tecnología es: depende.

Para quienes gustamos de visitar el supermercado, seleccionar los productos más frescos, antojarnos e idear una nueva receta para cada día, la idea de una nevera que automatiza la compra del mercado podría ser absurda. Pero para quienes viven con la agenda completamente ocupada y el carro del mercado es su menor preocupación, tal vez sea la solución ideal.

Lo cierto es que el boom del Internet de las Cosas está llevando a los desarrolladores a un punto en que el sueño domótico de ‘Los supersónicos’ no parece lejano, y mejor aún, parece no solo posible sino superable.

Pero el lado B de la historia apenas está haciéndose público y tiene que ver con dos problemas poco mencionados hasta ahora: conectividad y seguridad

Los sistemas de acceso a Internet en los hogares suelen están proyectados para soportar, en promedio, 12 aparatos conectados, los cuales ya están cubiertos con tan solo los ‘computadores’ de uso personal de cada miembro de la familiar. Entonces, ¿qué pasará cuando la nevera, el horno y la alarma demanden acceso? Lo de menos sería que ‘se ponga lenta la conexión’ para todos; lo de más, es que se sature y pierda la señal generando que los aparatos ‘se desconecten’ (piense en la alarma o el monitor del bebé).

Por otra parte, resulta ser que los dispositivos conectados a IoT abren grandes brechas de seguridad directamente dentro de los hogares, y aunque no lo crea, ya se han identificado casos en que desde el inofensivo monitor del bebé se logra hackear las redes domésticas y por esa vía tener acceso a datos financieros.

Los fabricantes de aparatos están cada vez más fijando su atención a temas como la actualización automática de las plataformas instaladas en los objetos, con el ánimo de reducir las posibles brechas, así como los expertos en seguridad trabajan por cubrir ya no solo los datos de teléfonos y ordenadores, sino también los provenientes de cualquier otra fuente en el hogar.

Ciudades conectadas y eficientes

Hasta este punto hemos mencionado ejemplos de IoT aplicado en los hogares, donde resulta no ser prioritaria su implementación (o por lo menos no lo es hasta el momento); sin embargo, donde sí es perentorio dar el paso hacia más cosas conectadas es en las ciudades, pensando en mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos.

La sencilla inclusión de sensores de luz y detectores de movimiento que acompañen las lámparas del alumbrado público resulta en un aumento de la seguridad de la zona, junto a una disminución significativa del gasto de energía. Un gana – gana producto de un par de chips y unos cuantos comandos integrados a las plataformas de gestión eléctrica.

Desafortunadamente, no todas las ciudades tienen sistemas de gestión adecuados para la conexión y mucho menos para la gestión de aquellos simples chips, por lo que surge la necesidad de hacer grandes inversiones para cambiar, casi por completo, todo el sistema de control eléctrico, para continuar con el ejemplo previo.

Sin embargo, aunque la inversión parezca elevada en este momento, lo cierto es que a futuro supondrá una optimización de los recursos de los prestadores de servicios públicos y un alivio para el agotado medio ambiente de las ciudades.

Imagen: @tedeytan, distribuida con licencia Creative Commons BY SA 3.0

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